¿Qué sucede con aves y lagartijas cuando se quema un bosque?

El cambio climático y la megasequía que afecta hace más de una década a la zona centro-sur del país, ha provocado que cada verano los incendios forestales aumenten en cantidad e intensidad. Un equipo de investigadores de Chile, Estados Unidos y Canadá, estudió las respuestas de aves y lagartijas a los cambios estructurales en la vegetación de los bosques quemados, en varias áreas protegidas del Estado al sur de Chile.

Texto: Cedel UC y CAPES

Potentes tormentas, devastadoras inundaciones o extensos incendios, son algunas de las perturbaciones del clima que hemos visto o vivido los últimos años en todo el planeta. El cambio climático ya no es una situación que pueda ser negada y sus efectos se hacen presentes en todos los rincones. 

La megasequía lleva más de una década sobre Chile Central. Una de sus consecuencias es que en verano ha aumentado la cantidad e intensidad de los incendios forestales entre las regiones de Coquimbo y Los Ríos, donde sólo durante los mega incendios de 2017 se quemaron más de 500 mil hectáreas. 

Esta realidad impulsa a hombres y mujeres de ciencia a estudiar los efectos de los incendios sobre los distintos ecosistemas, su flora, fauna y las comunidades. Entre ellos Tomás Ibarra, investigador Cedel UC, CAPES y CIIR y académico en el Campus Villarrica y de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la UC, quien en conjunto con otros investigadores de la UC y de las Universidades de Columbia en Estados Unidos y British Columbia en Canadá, publicaron dos artículos sobre las respuestas de aves y lagartijas a los bosques quemados en el sur de Chile. 

Las investigaciones analizaron los regímenes de incendios, que en palabras de Ibarra, “se refieren al intervalo de tiempo, la frecuencia, la extensión y la intensidad de los incendios. Ellos generan cambios estructurales en la vegetación y, por lo tanto, dan forma a la composición de las comunidades de fauna de los bosques”.

 

Incendios en bosques templados

Ambos estudios se realizaron en la región de La Araucanía, específicamente en la Reserva de la Biosfera Araucarias (ABR) en la cordillera de Los Andes, en áreas adyacentes a la Reserva Nacional China Muerta que sufrió un incendio en 2015, en la Reserva Nacional Malleco, quemada en 2002 y en el Parque Nacional Tolhuaca que sufrió 2 incendios en 2002 y en 2015. Se analizó también un área no quemada, que no ha sufrido disturbios en las últimas décadas, como control.

La zona posee un clima templado con una estación sea corta entre enero y marzo y una precipitación media anual de 1945 mm. Estos bosques están dominados por Araucaria araucana y especies del género Nothofagus, como lengas y coigües, además de plantas del género Chusquea spp., como quilas y coligües, en el sotobosque.

En cuanto a las características y composición de los bosques estudiados, el sitio que se quemó una vez en 2015 mostró la densidad más alta de árboles muertos en pie, mientras que el sitio que se quemó dos veces mostró la densidad más baja de árboles vivos, un diámetro promedio más bajo a la altura del pecho de los árboles y un menor volumen de desechos leñosos gruesos.

Estos últimos son importantes al ser utilizados por los animales como refugio, lugares para hacer sus madrigueras, como sustrato de forrajeo y termorregulación para las lagartijas. Por otra parte, el bosque quemado en 2002 presentó abundantes desechos leñosos gruesos, sotobosque y rebrote de dosel.

 

Comunidades de aves

“Fire regimes shape biodiversity: responses of avian guilds to burned forests in Andean temperate ecosystems of southern Chile”, publicado en la revista Avian Conservation & Ecology, estudió la diversidad de gremios de aves en respuesta a los cambios en distintos tipos de bosques perturbados por incendios, estimando la riqueza y densidad de las aves y caracterizando los hábitats de estos bosques quemados.

Un gremio funcional, según indica el investigador Tomás Ibarra, es “un grupo de especies que explotan la misma clase de recursos ambientales de manera similar. Por ello es posible agrupar a las especies en gremios funcionales”.

“En nuestro caso, los gremios analizados estuvieron relacionados con el uso de los recursos relevantes para la función del ecosistema”, continúa el investigador, “es decir, la cantidad, el tipo y la temporalidad del recurso utilizado y las estrategias de cada especie para obtener los recursos. Entre los gremios estudiados estuvieron los gremios de uso de hábitat (reproductivo), de tipo de alimentación, de sustrato de alimentación y de estatus migratorio”.

Para el estudio, se registraron 35 especies de aves, entre las que podemos mencionar al carpintero magallánico, el chucao, el rayadito o el hued hued. “En general”, explica Ibarra, “encontramos que la densidad de la mayoría de los gremios de aves disminuyó en los sitios quemados, pero los granívoros, los que prefieren habitar en zonas arbustivas y las migratorias, mostraron respuestas positivas”. 

“Las aves que habitan el sotobosque y el follaje de los árboles y las especies residentes mostraron respuestas negativas a los sitios quemados. Estas respuestas estuvieron fuertemente relacionadas con los cambios provocados por el fuego en los atributos del hábitat (densidad de árboles, cobertura de sotobosque, presencia de restos leñosos en descomposición en el suelo, etc)”.

 

La desconocida respuesta de las lagartijas 

Por otra parte, "Altered fire regimes modify lizard communities in globally endangered Araucaria forests of the southern Andes", es un estudio que fue publicado en la revista Scientific Reports, y analizó los efectos de los incendios forestales en la densidad y riqueza de las comunidades de lagartijas en los bosques templados del sur de Los Andes, considerando la frecuencia de los incendios y el tiempo transcurrido desde el último incendio. 

Las lagartijas son de los vertebrados menos estudiados en su ecología y estado poblacional en Chile, muchas especies son endémicas, están en un estado de conservación deficiente o subestimados, su respuesta a los incendios forestales es prácticamente desconocida pero se ha observado que son muy sensibles a las modificaciones de su hábitat. Algunas de las especies registradas fueron la lagartija esbelta, lagartija lemniscata o café, lagartija de la Araucanía y la lagartija anaranjada.

En este estudio se descubrió que la densidad y riqueza de las lagartijas se ven afectadas por la frecuencia de los incendios forestales y el tiempo de recuperación, mediado por la modificación de la estructura del hábitat, como por ejemplo la presencia de desechos leñosos gruesos, que les provee de refugio, lugares de madriguera, sustrato de forrajeo y termorregulación.  

“Al igual que para el caso de las aves, hay ciertas especies que se ven afectadas, las más vulnerables a los cambios en sus hábitats, mientras otras se ven favorecidas”, indicó Tomás Ibarra.

La comunidad de lagartijas varió desde una especie arbórea dominante, la lagartija anaranjada (Liolaemus pictus) abundante en rodales no quemados y recuperados durante mucho tiempo, hasta una combinación de especies terrestres, las lagartijas lemniscata o café y la lagartija de la Araucanía (Liolaemus lemniscatus y Liolaemus araucaniensis) más numerosas en áreas afectadas por dos incendios. La lagartija esbelta (Liolaemus tenuis), fue más abundante en los bosques recuperados a corto plazo.

La corteza gruesa de las araucarias les permite resistir daños severos por fuego, mientras que las especies coexistentes, lenga y coigüe, son muy sensibles al fuego. La persistencia de los bosques de araucarias después de los incendios es importante para la resiliencia de las comunidades animales que dependen de sustratos derivados de árboles, en particular de los desechos leñosos gruesos, que se ha encontrado que es esencial para la recuperación de las poblaciones de reptiles forestales.

Pero, actualmente, la subsistencia de estos bosques maduros y la biodiversidad asociada a ellos puede verse amenazada por la tendencia actual al alza en la frecuencia de los incendios.

Los bosques templados del sur de Chile, con sus araucarias, lengas, coigües, quilas y coligües, son el hábitat de una gran diversidad de especies, muchas de ellas endémicas, de aves y lagartijas, por lo que la protección y conservación de estos bosques, y en especial de las araucarias, son claves para su supervivencia.