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Se define como una persona curiosa y asegura que el Global Teacher Prize es un solo un capítulo más en su largo camino.

Ha desarrollado investigaciones en astrobotánica, es miembro de la Red de Profesores de Astronomía de Chile y en 2019 recibió el Global Teacher Prize Chile, todo desde su trabajo como educadora. Conversamos con Nadia Valenzuela, primera key speaker confirmada para el III Congreso Internacional de Educación para el Desarrollo Sustentable, CIEDS 2022, acerca de su visión como educadora sobre la relación de las ciencias y la educación, bajo el alero del desarrollo sustentable.  

 

La Ciencia es la respuesta

“En ningún minuto fue para recibir un reconocimiento”, asegura la educadora angolina acerca de su destacada trayectoria que la hizo merecedora del Global Teacher Prize Chile 2019. Para la profesora de Ciencias, la inspiración de su trabajo reside en otras emociones y objetivos. “El trabajo uno lo realiza con el corazón, con vocación y cariño por querer transformar esta sociedad”, afirma.

Desde niña, Nadia fue una persona muy curiosa. Según relató en el podcast “Un Café con Futuro” junto a Martín Bascopé y Pablo Gutiérrez, ambos investigadores del #CedelUC y cuyo programa puedes escuchar aquí, fue a los ocho años y en el seno de una familia de escasos recursos, que la cabeza de la educadora se llenó de interrogantes que, incluso en ese minuto, ya sabía que tenían su respuesta en las Ciencias. 

“En ella encontré las respuestas a muchas de mis preguntas”, explica, “además permite que nunca se pierda la capacidad de asombro ante las cosas que te rodean”, explica, una capacidad de asombro que Nadia espera cultivar en sus alumnos y alumnas.

 

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Fuente: nadiavalenzuela.cl

 

De la curiosidad al cuidado de la naturaleza

“Me gusta llevarlo al aula y motivar a mis alumnos y alumnas con lo que les rodea, de esa manera, puedo fomentar igual el cuidado y preservación de la naturaleza”.

El trabajo de la educadora cruza distintos ámbitos relevantes para nuestra sociedad, donde Nadia espera generar cambios que tengan un impacto importante en las nuevas generaciones.

“El objetivo es formar ciudadanos globales, comprometidos con el planeta”, afirma. Para lograrlo, asegura que los cambios deben no solo producirse en niveles más específicos, sino que también en cambios de paradigmas que afecten la institucionalidad.

“Deben haber programas de una educación ambiental potente y profunda, que logre generar cambios significativos y duraderos en esta sociedad, siendo responsables con los recursos que tenemos para que así las generaciones venideras tengan derecho a disfrutarlo también”.

 

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Nadia Valenzuela y el Global Teacher Prize Chile 2019

Fuente: nadiavalenzuela.cl

 

Acortando brechas

Es por ello que Nadia se ha dedicado también a desarrollar su trabajo en las ciencias, pero desde otros lugares que le permitan abordar brechas de género y sociales.

“En todos mis proyectos y en mis clases, trabajo incansablemente para acortar todo tipo de brechas, ya que la educación en sí debe velar por la igualdad y la equidad”, sentencia, sin embargo asegura que “no es fácil, ya que hay muchas creencias arraigadas”.

Ante este panorama, Nadia ve en la constancia una herramienta importante para fomentar y mantener estos espacios. “Siendo constante en la entrega del mensaje y en el trabajo sostenido en el tiempo, lograremos reducir un porcentaje de las brechas”. 

Además, la educadora angolina es hoy la directora de la Fundación Nadia Valenzuela, instancia que fundó en 2020 y desde donde continúa su trabajo por un acceso equitativo e igualitario a la educación. “Realizamos talleres, charlas y acompañamiento psicoemocional, y también abordamos estas temáticas y apoyamos a familias vulnerables para que sus hijos no pasen necesidades”, explica.

Este 5, 6 y 7 de enero acompaña a Nadia Valenzuela, la ganadora del Global Teacher Prize Chile 2019 en el III Congreso Internacional para el Desarrollo Sustentable, #CIEDS2022. Puedes encontrar más información de este versión, aquí. ¡Te esperamos!

El proyecto de la huerta de Huiscapi nace producto de un convenio
entre el Cedel UC y la Fundacion Ibañez Atkinson. En la imagen,
representantes de la Fundación, incluida su directora Heather Atkinson,
posan junto a las huerteras a las afueras del invernadero. 

 

En plena pandemia, un pequeño grupo de mujeres participó en la construcción de un huerto ubicado frente a la plaza de Huiscapi, pequeña localidad que acoge este proyecto que busca relevar el conocimiento de las huerteras. 

“¿Qué significa esta huerta para ustedes?”, pregunta la postdoctorado del Cedel UC, Constanza Monterrubio, a las mujeres que allí se encuentran, mientras buscan conceptos que ayuden a formar un nombre para el espacio. Se trata de un invernadero ubicado en Huiscapi, pequeña localidad de La Araucanía que se encuentra entre Villarrica y Loncoche, y que para el último censo no pasaba de los mil 500 habitantes.

Durante el último año estas mujeres han estado participando de este proyecto a través de los talleres impartidos por la postdoctorado, un lugar que se construye a raíz de un convenio entre el Centro UC de Desarrollo Local y la Fundación Ibañez Atkinson y que, tras la iglesia católica del lugar, ha instalado un invernadero que ha sido ejecutado por las participantes desde sus cimientos hasta sus primeras plantaciones. Es por ello que el espacio se ha convertido en una iniciativa de valor para estas cinco huerteras, entregando una experiencia comunitaria en medio del aislamiento por el COVID-19.

Pero ante la pregunta, las participantes callan en la confidencia de sus miradas sonrientes, algunas más tímidas que otras, una imagen contrasta con las carcajadas y los llamados a viva voz que se escuchan durante las mañanas de trabajo. Sin embargo, poco a poco comienzan a surgir las primeras ideas.

 

 Casi como una familia

Aquí somos como familiares, se forma una familia donde se conversa lo que le pasa a uno, que a veces son momentos difíciles”, explica Ruth Ocampo, una de las huerteras que participa del proyecto, mientras pica la tierra para hacer los senderos que rodearán la huerta. “Y uno le da apoyo mutuamente y eso es integrarse como un grupo familiar, más que un grupo de señoras que vienen a trabajar aquí en el huerto”.

 

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En la imagen, Eliz, Elisabeth y Clara (de izquierda a derecha)
siembran semillas de zanahoria en la tierra preparada previamente
por Ruth a un costado del sendero que conduce al invernadero. 

 

La relación de esta familia, como la denomina Ruth, es una historia de más de tres años, donde las mujeres han participado en distintos talleres ofrecidos por la Fundación y que las ha unido en su trabajo y curiosidad.

“Yo hace tiempo que estoy aquí”, comenta por su parte Eliz Estroz, otra de las huerteras participantes, antes de terminar la jornada, “con Ruth empezamos en las flores y en los talleres de tejido”.

Antes de esta huerta, las mujeres habían levantado un invernadero donde cultivaban distintos lechugas, además de distintos tipos de flores, productos que comercializaban con sus comunidades. Sin embargo, el nuevo invernadero, que se levantó a unos metros del anterior, persigue un objetivo un poco más amplio.

 

Sistematizar el conocimiento

“El invernadero se puede formar o transformar en un centro demostrativo y con transmisión de conocimientos a otras generaciones”, explica Constanza Monterrubio, agregando que la intención de la huerta es también “devolverles esa capacidad de experimentar con la semilla, comprendiendo que es un ente vivo que responde de distinta manera a distintas condiciones”.

 


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Huerteras de Huiscapi intercambian semillas junto al coordinador de
Educación para el Desarrollo Sustentable de la Fundación Ibañez Atkinson,
Pedro Smith, y la postdoctorado del Cedel UC, Constanza Monterrubio.
En la foto, de izquierda a derecha: Ruth Ocampo, Pedro Smith,
Constanza Monterrubio, Gabriela, Eliz Estroz y Clara Alarcón.

 

El trabajo desarrollado por la postdoctorado aborda estas temáticas como una manera de revisar “la resiliencia del patrimonio biocultural alimentario, la diversidad, los cambios y la adaptación de la diversidad de las huertas”.

Fue con esta idea que el proyecto impulsado por la Fundación Ibañez Atkinson se planteó desde la recuperación de las tradiciones huerteras ligadas a la zona. “Lo que buscamos ahí es diversificar la producción de la huerta que hasta ahora producía flores y lechugas, incorporando alimentos que tengan mayor identidad territorial, pero que a la vez también nos ayuden a generar algún ingreso económico extra (…) el objetivo principal del taller es el emprendimiento”, señala.

 

Un oasis en medio de la pandemia

Pero lo que más rescatan las huerteras es la oportunidad en medio de la pandemia que ha significado esta instancia. Es un lugar que, además, está pensado especialmente para ellas, con mesones de trabajo que están a su altura y que evitan que se tengan que agachar.

Asimismo, los cajones donde se plantarán las especies también fueron construidos a su altura, con la intención de facilitar el trabajo de las huerteras una vez que las especies sean trasplantadas.

 

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Gabriela muestra parte de las semillas obtenidas durante el intercambio
sostenido entre sus compañeras y los facilitadores del proyecto. 

 

“Este invernadero fue un súper regalo”, cuenta con alegría Gabriela, otra de las huerteras, mientras seca con su manga el sudor de su frente, “da mucho ánimo de trabajar en una cosa así, a mí hasta para la salud me ha hecho bien esto”.

Por otra parte, Elisabeth González, huertera que emigró desde Santiago en 2004 y que sufre de depresión, asegura que este espacio ha sido revitalizante en un contexto pandémico. “Con esto uno ya empieza a revivir, me ha servido mucho, he aprendido montones. Yo amo meter las manos en la tierra y aprender, tengo mi huertita en la casa y de a poquito la vamos haciendo”.

Y es ese ánimo el que rescata Ruth. Para la huertera, que en proyectos personales también trabaja con huertas de la zona, la disposición anímica es crucial al momento de ejecutar estos proyectos. “Si tú andas bajoneada y dices ‘ya voy a plantar aquí no más y punto’, no sirve, la planta se te muere porque recibe toda la energía que tú le puedas entregar a ella”.

Otra de las huerteras es Clara Alarcón, mujer a quien sus compañeras han denominado cariñosamente como “la de los dedos verdes”: ninguna planta se resiste a su cuidado. “No alcancé a terminar mi profesión”, cuenta, “yo estaba estudiando para técnico agrícola y a mí siempre me ha gustado lo que es huerta, flores, criar aves, chanchitos, ovejas. Esas cosas me fascinan a mí, entones la huerta ya es un cambio de ambiente”.

“[La huerta] se ha vuelto un lugar de convivencia”, sintetiza Constanza Monterrubio, “de aprendizaje, de intercambio de semillas, de saberes, espacios valiosos sobretodo para mujeres que se la pasaron muy recluidas durante toda la pandemia”.

 

Huerta Mía Huiscapi

“Este es su espacio de trabajo y es como se lo van a enseñar a su comunidad”, explica la postdoctorado a las huerteras mientras buscan un nombre con el que bautizar el espacio. “Qué queremos que la gente vea de afuera”, agrega el coordinador de Educación para el Desarrollo Sustentable de la Fundación Ibañez Atkinson, Pedro Smith, quien ha liderado las actividades desde el comienzo del proyecto hasta la actualidad.

Así, entre palabras como comunidad, vida, vitamina y esfuerzo, surge finalmente un nombre que a todas les hace sentido y que representa el sentir por un espacio que sienten propio, y desde donde buscan generar comunidad con otras y otros, sobre todo con niños, niñas y adolescentes a quienes transmitir un conocimiento que se vive con cariño.

Es “Huerta Mía Huiscapi” el nombre que eligen las huerteras, el que desde esos últimos días de septiembre servirá para denominar este espacio que llevan tan arraigado en su cotidianeidad y que usan como un lugar para reconectarse con la tierra y con los conocimientos que alguna vez recibieron de sus madres y abuelas.

 

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El levantamiento de la huerta es algo que se hace con planificación y aplicando conocimientos.
En la imagen, la distribución que las huerteras han pensado para las plantas, junto a la
postdoctorado del Cedel UC, Constanza Monterrubio. 

La cita congrega a instituciones internacionales del mundo público y privado a debatir en torno al Turismo Indígena y los nuevos paradigmas que hoy nos propone. 

Durante cuatro días, organismos nacionales e internacionales se congregarán a debatir en torno al Turismo Indígena en la III Conferencia de Turismo Indígena de Asia Pacífico, PAITC por sus siglas en inglés. La cita espera dar miradas diversas que enriquezcan el trabajo que se ha realizado durante los últimos años en nuestro país, con distintas iniciativas que han buscado revitalizar este rubro.

En su tercera versión, el PAITC se realizará por primera vez desde Latinoamérica y en formato completamente online, con sus dos primeras versiones realizadas en Darwin, Australia (2012) y en Vancouver, Canadá (2015).

La Conferencia contará con la participación de los 10 pueblos originarios que han habitado el territorio desde la antigüedad, reconociendo nuevas oportunidades de negocio acorde con los actuales paradigmas del turismo indígena.

El evento convoca a instituciones públicas y privadas a congregarse de manera remota desde este martes 5 de octubre hasta el viernes 8 de este mes, con parte de los exponentes desarrollando sus ponencias desde las inmediaciones del Complejo Interdisciplinario para el Desarrollo Sustentable, Michel Durand Q, en Villarrica.

Entre las instituciones participantes se encuentran la Pontificia Universidad Católica de Chile, a través del Cedel UC, el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, CIIR, y la Asociación Nacional de Turismo Indígena, ANTI, así como otras instituciones ligadas al mundo del turismo indígena y que cuentan con una vasta trayectoria en el área.

En sus cuatro días de duración, el simposio buscará generar redes de negocios y colaboración entre los asistentes, en la misión de dar robustez al Turismo Indígena a partir de los distintos conocimientos y saberes acumulados en el área.

Revisa la agenda del evento y no te pierdas la oportunidad de hablar y vivir el turismo indígena desde el 5 al 8 de octubre. Más información en PAITC2021.com.

El proyecto contempla la participación de otros académicos en un proyecto interdisciplinario enfocado en el turismo indígena.

Plataforma de Recopilación y Análisis de Turismo Indígena, PREATI, es el nombre que recibe el espacio digital que los investigadores del Cedel UC, Francisca de la Maza y Andrés Ried, esperan levantar tras adjudicarse el Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico, FONDEF.

El proyecto apunta a generar un espacio que disponibilice la información obtenida luego de un diagnóstico que determinó que la falta de información confiable no facilita el crecimiento de este rubro, aún cuando cuenta con espacios consolidados de desarrollo.

El equipo tendrá en la dirección a De la Maza, mientras que Ried se desempeñará como director adjunto del proyecto. A ellos se suman Miguel Fernández, Natalia Caniguan, Jean Philippe Le Moigne, Carolina Odone, Nadia Herrada, Cristian Beroíza, Pablo Villalobos, Daniela Aranis y Katherine Meneses, quienes terminan por conformar este equipo interdisciplinario.

 

Diagnóstico del turismo indígena

El diagnóstico realizado determinó una dificultad en el seguimiento y análisis efectivo para la toma de decisiones de las comunidades anfitrionas y organismos competentes. Esto limita la incorporación del turismo indígena al mapa turístico mundial, incluso cuando existen vínculos con otras organizaciones vinculadas al turismo indígena a nivel internacional.

De esta manera, PREATI se convertirá en una plataforma destinada a caracterizar el turismo indígena, el tipo de turistas y visitantes, y la detección temprana de situaciones de crisis medioambientales, sociopolíticas y sanitarias, facilitando la toma de decisiones en consideración de estos aspectos, lo que permite la articulación con otros actores del sector.

El equipo incluye a académicos del Centro UC de Desarrollo Local y del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, en conjunto con organizaciones indígenas como la Asociación de Turismo Indígena o las organizaciones territoriales Ma’u Henua y la comunidad Yagan Bahía Mejillones.

La iniciativa contará con cuatro territorios focalizados desde donde se construirá conocimiento a partir del trabajo de campo. Esto serán Nahuelbuta, Alto Biobío, Rapa Nui y Yagan Usi, contando más tarde con otros dos territorios que permitirán validar la metodología.

Esto permitirá generar una matriz con conocimiento de valor para las organizaciones relacionadas al turismo indígena, en una plataforma que además permitirá la generación de reportes asociados y otras fuentes de información que aporten a la toma de decisiones

Antes de comenzar, el equipo y las distintas personas convocadas a la actividad

se reúnen para revisar la planificación de la reforestación. 

 

Bajo uno de los primeros soles primaverales de la temporada, la actividad significó la reforestación de un humedal urbano a través de la plantación de más de cien árboles nativos. 

Más de cien árboles nativos fueron plantados en el embarcadero El Lanchón en la ribera del lago Villarrica, una actividad de reforestación de este humedal urbano que fue impulsada por la Red de Defensa del Mallolhafkenh y la Coorporación de Amigos de Villarrica, y apoyada por el Centro UC de Desarrollo Local, la Municipalidad de Villarrica y CONAF.

Durante la actividad se plantaron quillayes, pelus, maitenes y pitaos, entre otras especies donadas por CONAF, en un esfuerzo que se plantea a largo plazo, donde la planificación y mantención del espacio se vuelve fundamental en la recuperación de la biodiversidad ribereña.
 

Un trabajo colaborativo

La actividad convocó a distintas organizaciones e instituciones locales, incluyendo la acción de gobiernos locales y regionales, así como de organizaciones de la sociedad civil, un trabajo colaborativo que, para el director del Centro UC de Desarrollo Local, Gonzalo Salazar, “es fundamental para atender desafíos complejos, como es la restauración del borde lacustre, sus humedales y su encuentro con la ciudad”.

“Esta actividad que nos ha reunido es ilustrativa del poder de agencia y creatividad que surge cuando distintos actores del territorio confluyen colaborativamente en torno a un desafío común y que aporta a la sustentabilidad del territorio”, agregó.

Fue con este espíritu de un trabajo colaborativo que la investigadora del Cedel UC, Isabel Rojas, y la encargada de la Huerta Agroecológica El Boldo, Claudia Ríos, se involucraron con la Red de Defensa del Mallolhafkenh, que hace referencia al nombre del lago Villarrica en mapuzungun, en representación del Centro UC de Desarrollo Local, gestando la planificación de esta reforestación.

 

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El trabajo consistió en la construcción de núcleos donde se plantaron distintas especies en conjunto,

con el fin de generar una simbiosis que les permita desarrollarse con fuerza.

 

Un compromiso a largo plazo

“Desarrollamos un compromiso”, explica Claudia Ríos, “es necesario establecer un trabajo en el largo plazo, para que no sea plantar árboles hoy día y mañana tener que reemplazarlos”.

Es por ello por lo que la colaboración estuvo enfocada, principalmente, en identificar cuáles eran las mejores maneras de ejecutar esta acción.

“Lo primero fue saber qué especies nos iban a donar”, explica Isabel Rojas, “teníamos el desafío de hacer un diseño que no solo pensara en lo ecológico, es decir cómo representar algunos elementos de un bosque nativo, sino que también que fuese acorde al uso y la importancia cultural que tiene este espacio para la recreación”.

 

Recuperación biológica y cultural

Según indica la académica, en la zona convive una comunidad que desarrolla distintas actividades: los boteros que dan paseos turísticos, las personas que hacen uso del espacio para su recreación y esparcimiento o los estudiantes del Duoc UC que realizan actividades deportivas en el lago, por mencionar algunas.

Es por ello, que la recuperación de este espacio no pasa solo por la restauración de la biodiversidad, si no que también por la restauración de un espacio cultural que, hoy por hoy, se encuentra disponible y abierto a toda la comunidad.

“A pesar de esta importancia ecológica y cultural que tiene, este lugar está bastante degradado en el sentido de que ha perdido mucho de su biodiversidad, y esto por una serie de motivos”.

 

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La actividad contó con la colaboración de socios claves para la actividad,

como la CONAF y la Municipalidad de Villarrica. 

 

Estos serían los proyectos de desarrollo urbano que se han visto en la zona y que hoy plantean una amenaza para el humedal. “Para eso estamos empezando a armar una mesa de trabajo, que obviamente va a tener que incorporar otros actores, como la Dirección de Obras del Municipio”, señala Isabel.

Es por ello que este tipo de acciones plantean un proyecto que incluso se piensa para cien años más y que deja un antecedente importante en el cuidado y protección de este humedal.  

“Definir que existan zonas como lo que ya se hizo en la costanera, que tiene más cemento”, propone Claudia, “pero que también existan otras zonas donde realmente el foco sea la restauración ecológica, la protección de las aves que nidifican, de los coipos, entre otros”.

 

Un laboratorio ecológico

Con esto en mente, la plantación de las especies se realizó de dos maneras: primero, a través de núcleos de seis árboles donde se apuntó a la cooperación que se podía dar entre las especies, pero también a través de plantaciones individuales que ponen a prueba las distintas características del suelo.

“Lo que hicimos fue probar los distintos gradientes ecológicos que existen en ese lugar”, explica Isabel, “tanto de la disponibilidad hídrica que hay, dependiendo de la proximidad al lago, como de la posición del sol, por ejemplo”.

 

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Entre las especies plantadas, habían maitenes,

quillayes, pelus, canelos y avellanos, entre otros.

 

Un desafío en curso

Aún tenemos el gran desafío de ir gestando un plan estratégico de restauración, accesibilidad y uso del del lago Mallolhafkenh de forma más sustentable”, señala el director del Centro UC de Desarrollo Local, Gonzalo Salazar, “y como universidad nos sentimos muy comprometidos con el actuar en esa línea, liderando y participando en diversos proyectos e iniciativas junto a otros actores de la zona”. 

Tal como indica la investigadora Isabel Rojas, esta acción hereda el legado de acciones anteriores realizadas por otras organizaciones, lo que nos comanda hacia una instancia de colaboración robusta y que se plantee como una plataforma de cuidado y protección del lago.

“Entonces ahora seguimos trabajando en esto”, explica, “estamos viendo la posibilidad de firmar un compromiso entre todos los actores, la Municipalidad, la Red, la Corporación de Amigos de Villarrica, la Universidad Católica a través del Cedel UC, y otros actores enfocados en cuidar la reforestación”.

De esta manera, el Mallolhafkenh es hoy un lago que exige su preservación, acción que se vuelve fundamental no solo para el desarrollo de las y los villarricenses, sino que también para la fauna y la flora que convive en la zona.

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La colaboración de los distintos organismos fue clave, quienes asistieron

al lugar con la misma misión: preparar la tierra con palas, asadones y rastrillos

para lograr un espacio idóneo para la plantación de las especies. 

 

 

© Fotografías de Cristóbal Saavedra