8 agosto 2022
Durante cuatro años, el investigador del Cedel UC, Manuel Tironi, compartió encuentros y reflexiones en torno a los volcanes y sus ecosistemas con Sonia Ramos Chocobar, sanadora Lickanantay y una figura en la lucha ambiental del pueblo atacameño.
Cuando la fumarola se sumó a los temblores que se sentían en Calama, todo quedó más claro: el Putana, un estratovolcán en la frontera de Chile con Bolivia había comenzado a manifestarse nuevamente y la intervención de Sonia era necesaria.
“Doña Sonia, el Putana está tirando mucho humo y está temblando mucho así que comuníquese”, le habría pedido la comunidad, quienes han confiado históricamente en las habilidades de sus mayores para comunicarse con el sol bajo nuestros pies.
Y es que, tal como indica doña Sonia Ramos, mujer lickanantay que se ha convertido en una lideresa para su pueblo y en la lucha por los ecosistemas atacameños, “para nuestra cultura lickanantay, el magma o núcleo es el sol interno que refleja sus propios ecosistemas subterráneos, ríos que son vida, y muchos de ellos fluyen hacia el mundo humano como aguas termales, que es un indicador volcánico de que estamos alrededor de nuestro propio eje”.
Tensiones con la ciencia occidental
Este conocimiento cultivado durante generaciones, es lo que doña Sonia y el investigador del Centro UC de Desarrollo Local (Cedel UC), Manuel Tironi, han querido plasmar en una nueva publicación en la revista internacional Frontiers in Earth Science, trabajo que caracteriza los procesos volcánicos del Salar de Atacama desde una perspectiva atacameña, o lo que los autores llaman “vulcanología Lickanantay”.
En este texto se da cuenta de este conocimiento, de sus aplicaciones y del ecosistema que convive como un todo en el Salar, al tiempo que los investigadores exponen también el debilitamiento de la volcanología lickanantay, en contraposición con la ciencia occidental.
Según explican en el artículo, en el desarrollo de la ciencia occidental ha existido una negación sistemática de la volcanología atacameña, un campo que también se ha desarrollado en paralelo con procesos colonialistas. “Las explicaciones indígenas del mundo son frecuentemente vistas como míticas por la sociedad moderna, representando conocimientos que en el mejor de los casos son complementarios al conocimiento oficial, más que un tipo de saber válido en sí mismo”.
Un todo indivisible
“Sin embargo, hay muchas intersecciones entre la volcanología atacameña y la occidental”, asegura el investigador del Cedel UC, “una de ellas es que los volcanes son nodos que articulan redes ecosistémicas e hidrogeológicas extendidas”.
Para el pueblo lickanantay, los ecosistemas son vistos como un todo desde su concepción, sin percibir los elementos por separado, como sí lo ha hecho la ciencia occidental. “Nuestro mundo se inicia desde un todo hacia un todo, y nuestra ciencia es desde la observación”, explica doña Sonia Ramos.
“Con respecto al mundo occidental se observa desde la historia que el hombre occidental blanco debe dividir para consolidar, gobernar, esa ha sido su forma de tener poder sobre grandes poblaciones humanas, una forma que se va reflejando en su propia forma de vida, concretando su propia visión de ver separados cuerpo y espíritu, lo que conlleva a un camino de estudiar por separado cualquier sistema de vida”.
Un territorio afectado por la historia
Tironi reconoce también una fuerte historia sociopolítica y administrativa en el territorio del Salar. El extractivismo, el proceso de chilenización del territorio tras la Guerra del Pacífico y un sector económico que ve la cuenca como un sector turístico más que un ecosistema sintiente, ha dejado sus consecuencias en el bienestar del Salar cuya protección ha sido despojada de los pueblos atacameños.
“Como si fuese poco, la fiebre del litio para la construcción de autos eléctricos ha ubicado al Salar en la frontera del capitalismo verde, con todos los conflictos que ello trae”, agrega Tironi. “En este contexto las comunidades tienen prácticas y conocimiento experimental que nace desde su co-habitación en y con el territorio que no se reconocen, y cuando se hace es siempre como algo ‘folclórico’ que se le añade a la ciencia convencional”.
Es la búsqueda de una justicia epistémica, tal como lo define el investigador. Tal como se evidencia en el artículo publicado durante julio, los investigadores no apuntan a una sustitución de la ciencia occidental, sino que, más bien, a generar encuentros y punto de convergencia entre ambos conocimientos.
Durante cuatro años ambos investigadores compartieron conversaciones, reflexiones y debates que dieron paso a este artículo. “Nuestro objetivo no es reemplazar la volcanología occidental”, explican en el documento, “sino que presentar algunos de los principios de la volcanología lickanantay a la comunidad volcanológica”.
Comunicaciones Cedel UC