Revisa la columna de nuestro investigador Sebastián Benavides, publicada en Ciencia en Chile
Los “desastres” y las crisis son excepciones, interrupciones del orden; los primeros ocurren de manera repentina y las últimas se extienden durante un período más largo. Estos términos implican un “desarraigo de lo existente”, una subversión de la familiaridad y ciertos patrones esperados “exponiendo lo que anteriormente se daba por sentado”, que sin embargo “también engendra una comprensión renovada del pasado” cuando se buscan sus causas (Meiner & Veel 2012:1). También catalizan el cambio, siendo “agentes transformadores por derecho propio”, estimulando diferentes adaptaciones (Bankoff et al. 2015: 6) que, agregaría, afectan no solo a los humanos sino a todo tipo de criaturas que comparten este mundo con nosotros.
Los cambios desatados por el actual “desastre” del COVID-19 nos revelan ferozmente cuán frágiles son nuestras condiciones de vida. Se conectan con un planeta en crisis climática que cada vez se vuelve más impredecible, identificado estrechamente con el llamado Antropoceno (Crutzen y Stoermer 2000). El entorno pierde su sentido de familiaridad y se vuelve un mundo ‘inquietantemente extraño’, o como refieren en inglés, “uncanny”. Jentsch (1906) y Freud (1919) explican este concepto “como un sentimiento de algo no simplemente extraño o misterioso sino, más específicamente, como algo extrañamente familiar. Como un concepto y sentimiento fantasmal” (Royle 2003: vii). Eventos de este tipo exhiben no solo condiciones inhóspitas, donde la sostenibilidad y el bienestar pueden fallar, sino también un mundo que puede interpretarse como “monstruoso”. No es sorprendente que en el libro “Tambora: la erupción que cambió el mundo” (Gillen D’Arcy Wood 2014), el autor señale cómo el período de tres años de cambio climático radical en varias partes del mundo debido a la erupción del volcán indonesio Tambora de 1815, también ayudó a generar la historia de Frankenstein en Suiza. Un “clima del fin del mundo” influyó en las condiciones en que Mary Godwin (Shelley) comenzó su obra maestra en Villa Diodati, a orillas del lago de Ginebra. No hace falta decir que los monstruos son criaturas ‘inquietantemente extrañas’ por definición, que encarnan un incómodo entramado de lo familiar y lo desconocido, con un trasfondo siniestro.
Entonces, ¿qué es un “monstruo”, si ciertos eventos, humanos, micro-organismos e incluso el mundo pueden ser experimentados como tal? Procedente del latín monstrum, se puede definir como “portento” o “prodigio” (Gilmore 2003; Asma 2009; Regal 2011); una palabra relacionada con el verbo monere (advertir o amonestar) y demostrar (revelar, mostrar o indicar), creando un sentido de presagio encarnado. Como Musharbash (2014) argumenta en “Monster Anthropology“, los monstruos eran “indicadores de extrañeza y peligro, maravillas híbridas que revelaban la distancia de lo familiar y lo seguro” (3). Uno de los aspectos más interesantes de los monstruos es su resistencia a la categorización o cualquier estructuración sistemática, siendo la mayoría de las veces, por definición, híbridos de algún tipo (Cohen 1996b). Son “una encarnación de la diferencia” y solo pueden entenderse “a través del proceso y el movimiento” y no a través de la disección y la clasificación (Cohen 1996a). Por lo tanto, como otros fenómenos monstruosos, pensados así los virus y otros agentes patógenos microscópicos despliegan una ‘liminalidad ontológica’. No está claro en qué medida están vivos, ni tampoco hay siempre certeza respecto a su recorrido entre especies, introduciendo una crisis y cuestionando el pensamiento dualista moderno, en búsqueda permanente de predicción y control.
Cabe aquí la paráfrasis de la famosa declaración de Claude Lévi-Strauss (1964 [1962]:89) de que las especies naturales, particularmente los animales, no solo son “buenos para comer”, sino también “buenos para pensar”: los monstruos son importantes precisamente porque son buenos para pensar con ellos. Tomando nuevamente el ejemplo de la criatura sin nombre de Frankenstein, pocos monstruos se han utilizado en tal medida en la cultura pop y la academia, encarnando las tensiones de la creación errónea, los peligros de la tecnología, la falta de compromiso y amor por los oprimidos y la fatalidad asociada con la arrogancia humana. Este monstruo exhibe los elementos centrales del concepto de ‘uncanny’: es ‘familiar’ porque aspira a una apariencia y condición humana, pero revela su condición inquietantemente extraña en su estructura de partes de cuerpos cosidos. La criatura parece representar en su constitución un mundo industrial recién nacido y fragmentado, mostrando los signos de desastres por venir.
Los fenómenos monstruosos también se pueden ver como el producto del cruce de límites (la torsión de ciclos y fuerzas “naturales”) que no deberían haberse cruzado (Cohen 1996b). De hecho, para Haraway (2015: 160) el Antropoceno “es más un evento límite que una época”, relacionándolo con criaturas y deidades conectadas al reino ctónico. Al igual que Echidna, la mujer víbora madre de varios monstruos famosos en la mitología griega (Strauss 1993), el Antropoceno también parece generar a través de esta ruptura de límites otras monstruosidades, como ‘especies invasoras’ amenazantes, microorganismos resistentes a medicinas disponibles, y patrones alterados en el clima. Por lo tanto, un orden cíclico anterior y una “Naturaleza prístina”, dice la imagen, han sido fragmentados, transgredidos y se han vuelto peligrosos.
Como un monstruo apropiado para el Antropoceno, el virus SARS-CoV-2 parece emerger para ‘mostrar’ con crudeza un mundo globalizado de estructuras frágiles e inequidades rampantes. Aunque toda persona es potencialmente una víctima de éste, algunas tendrán acceso a cuidados médicos y una serie de beneficios infraestructurales que muchas otras no, y marcará una diferencia. No es ese mundo homogéneo y prometedor de capitales móviles, emprendimientos meritocráticos y crecimiento ilimitado. Es un mundo complejo, dinámico y de fronteras borrosas, mejor descrito como uno de diferenciación “siempre emergente” (Ingold 2018: 167). Finalmente, así como la criatura de Frankenstein persigue a su creador en la historia a través de paisajes extremos, exigiendo cuidado y respuestas por su naturaleza, el mundo que moldeamos como lugar de vida parece hacer lo mismo, interpelando a través de este tipo de crisis –especialmente al estrato de países ricos e industrializados- acerca de nuestras acciones y omisiones planetarias. Resulta urgente escuchar y atender, de una vez por todas, a nuestros monstruos.
Bibliografía:
Asma, Stephen (2009) On Monsters. An unnatural history of our worst fears. New York: Oxford University Press.
Bankoff, Greg; Cannon, Terry; Krüger, Fred & Schipper, Lisa (2015) ‘Introduction. Exploring the links between cultures and disasters’, in Fred Krüger, Greg Bankoff, Terry Cannon, Benedikt Orlowski, E. Lisa F. Schipper (eds.), Cultures and Disasters. Understanding Cultural Framings in Disaster Risk Reduction. London and New York: Routledge, pp. 1-16.
Cohen, Jeffrey (1996a) ‘Preface: In a Time of Monsters’, in Jeffrey Jerome Cohen (ed.), Monster theory: reading culture. Minneapolis (MN): University of Minnesota Press, pp. vii-xiii.
Cohen, Jeffrey (1996b) ‘Monster Culture (Seven Theses)’, in Jeffrey Jerome Cohen (ed.), Monster theory: reading culture. Minneapolis (MN): University of Minnesota Press, pp.3-25.
Crutzen, Paul & Stoermer, Eugene (2000) The Anthropocene, IGBP Newsletter, 41, p.12.
D’Arcy Wood, Gillen (2014) Tambora: The Eruption That Changed the World. Princeton (NJ): Princeton University Press.
Freud, Sigmund (2003 [1919]) The Uncanny. London: Penguin Books.
Gilmore, David (2003) Monsters. Evil Beings, Mythical Beasts, and All Manner of Imaginary Terrors. Philadelphia (PA): University of Pennsylvania Press.
Haraway, Donna (2015) ‘Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin’, Environmental Humanities, 6, pp. 159-165.
Ingold, Tim (2018) ‘One world anthropology’, HAU: Journal of Ethnographic Theory 8:1-2, pp.158-171.
Jentsch, Ernst (1997 [1906]) ‘On the psychology of the uncanny’, Angelaki, 2 (1), pp.7-16.
Lévi-Strauss, Claude (1964 [1962]) Totemism. London: Merlin Press.
Meiner, Carsten & Veel, Kristin (2012) The Cultural Life of Catastrophes and Crises. Berlin and Boston: De Gruyter.
Musharbash, Yasmine (2014b) ‘Monstrous Transformations: A Case Study from Central Australia’, in Yasmine Musharbash and Geir Henning Presterudstuen (eds.), Monster Anthropology in Australasia and Beyond. New York: Palgrave Macmillan, pp.39-56.
Regal, Brian (2011) Searching for Sasquatch. Crackpots, Eggheads, and Cryptozoology. New York: Palgrave Macmillan.
Royle, Nicholas (2003) The Uncanny. Manchester: Manchester University Press.
Strauss, Jenny (1993) ‘The Generation of Monsters in Hesiod’, Classical Philology, 88 (2), pp.105-116.