Por Pelayo Benavides, Doctor en Antropología. Investigador del Centro UC de Desarrollo Local (Cedel), académico del Campus Villarrica UC
Los Estudios Humano-Animal afirman que toda sociedad humana es híbrida, siendo comunidades conformadas por múltiples especies. La crisis del Covid-19 nuevamente nos hace enfrentamos a que los animales estamos íntimamente relacionados también en la esfera de la salud. Desde la medicina epidemiológica, la veterinaria y la biología hace tiempo han explicado cómo bacterias, virus y otros agentes microscópicos evolucionan, viven y mueren ‘en’ y ‘entre’ múltiples animales. No podemos olvidar que, como otros organismos, somos sustratos ecológicos para ellos.
En The Chickens Fight Back (2007), Waltner-Toews profundiza en la historia de dichos flujos entre animales humanos y no-humanos (Peste bubónica, Malaria, Rabia, etc.). En este contexto se critica a los “wet markets” de varios lugares de Asia. El pobre manejo sanitario de múltiples animales salvajes en ellos agrava la catastrófica práctica de reunir a muy diversas especies, de distintas partes del mundo, en espacios cerrados y calurosos, para el consumo humano. . Desde situaciones como esta, me parece importante precisar que aislar una causa puntual como único causante de una epidemia, como ha sucedido con el murciélago de herradura, es ignorar la complejidad de los entramados humanos y no humanos que han hecho emerger cada pandemia.
La representación de animales como incubadores de riesgo existencial a la comunidad es una práctica que podría llegar a desatar otros desequilibrios insospechados en los ecosistemas, tal como aseguró Christos Lynteris en su texto "Framing Animals as Epidemic Villains" (2019). Depositar la responsabilidad en los animales funcionaría entonces como canalizador de frustraciones y temores ante la falta de control humano sobre agentes no humanos, además de tensionar las"categorías y límites que construimos entre "naturaleza" y "cultura".
Debemos aprender de esta pandemia y reevaluar nuestras aproximaciones a lo no humano, y en particular, hacia otros organismos. Así como hemos practicado la distancia social de emergencia entre nosotros, cabe considerar formas de “sociabilidad distanciada” con otras especies. Nuestra historia de co-evolución y avances sanitarios con especies domésticas y compañeras representan un extremo del continuo, en comparación con especies silvestres con las que no tenemos ese tipo de historia. Con éstas, por tanto, debemos mantener distanciamientos flexibles, manteniendo un nivel de relación y preocupación, pero minimizando la intrusión en sus esferas de vida.
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