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(Créditos: Leonardo Benavente, Flickr).

Texto: Comunicaciones Cedel UC y CAPES

En la comuna de Curarrehue, ubicada al sureste de la región de la Araucanía, miles de hombres y mujeres de campo viven y producen su alimento diario de la misma forma en que lo hicieron sus ancestros hace más de 500 años. Sin requerir de grandes maquinarias ni incurrir en las presiones propias de la sociedad moderna, son los herederos de un modo de vida que se rehúsa a desaparecer, y que puede ser la llave para un futuro más sustentable.

Estas comunidades, y más de 1.400 millones de campesinos alrededor del mundo, mantienen lo que se conoce como “sistemas tradicionales de agricultura”, un modo de producción y relación con la naturaleza caracterizado por su complejidad, diversidad y resiliencia, y cuya conservación hoy es clave no sólo para el sostenimiento de la enorme biodiversidad que de ellos depende, sino también para la conservación de los saberes, prácticas y creencias colectivas que emergen de la particular relación entre estas comunidades y sus ecosistemas locales.

Estos saberes y costumbres, agrupados bajo el concepto de “memoria biocultural” fue lo que motivó a un grupo de investigadores encabezados por el geógrafo Santiago Kaulen, e integrado por el ingeniero agrónomo del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y el Centro UC de Desarrollo Local CEDEL UC, Tomás Ibarra, a estudiar los procesos de construcción de esta memoria, y las formas en que el turismo puede ayudar a reconstruir, conservar y comunicar la importancia de un patrimonio amenazado por la industrialización y los cambios socioambientales.

Para ello, colaboraron codo a codo con dos cooperativas indígenas al sur de los Andes en la elaboración de una ruta turística comunitaria que potenciara las prácticas y experiencias de estas comunidades, examinando, de paso, la forma como entienden e interpretan ellas su patrimonio biocultural, así como las oportunidades y desafíos a la hora de presentar este patrimonio a través del turismo.

 

Reserva biocultural

Curarrehue, con sus 7,500 habitantes (la mitad de ellos de ascendencia mapuche-pehuenche) es la tercera comuna con más pobreza multidimensional a nivel nacional. Es allí donde campesinos mapuche y no-mapuche mantienen las tradiciones agrícolas propias de esta cultura a través de la trashumancia de animales, la recolección de frutos silvestres, plantas medicinales y hongos del bosque nativo, el cultivo de jardines domésticos y la cría de pequeños animales y aves de corral.

Volcan Lanin en Curarrehue (Créditos: Alejandro Soffia, Flickr).

 

Su enorme belleza estética, agrobiodiversidad y patrimonio cultural hicieron que esta zona y sus alrededores fuera declarada, en 2018, un Sistema Importante de Patrimonio Agrícola Nacional (o SIPAN). Los SIPAN son una designación biocultural otorgada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, junto distintos gobiernos nacionales que busca salvaguardar la agrodiversidad de un territorio, proteger el patrimonio agrícola y reconocer el conocimiento, prácticas y creencias de sus habitantes.

Desde su creación en 2005, los SIPAN han gatillado el desarrollo de diferentes actividades turísticas relacionadas con el patrimonio biocultural de los pueblos, promoviendo de este modo procesos de construcción de patrimonio y la “turistificación” de algunos de sus elementos.

“Curarrehue está dentro del SIPAN ‘Cordillera Pehuenche’», nos cuenta el investigador CAPES y de la P. Universidad Católica de Chile, Tomás Ibarra. “Dentro del SIPAN, ésta se caracteriza por la presencia de una gran variedad de paisajes productivos; una importante agrobiodiversidad en forma de variedades locales; la existencia de áreas protegidas o zonas de conservación adyacentes a los paisajes de producción (lo que probablemente favorece los intercambios genéticos entre cultivos domésticos y parientes silvestres), y vastas áreas de territorio indígena, potencialmente favoreciendo el mantenimiento de prácticas tradicionales”.

Estas características fueron justamente las que inspiraron a dos comunidades campesinas del lugar, las cooperativas “Zomo Ngen” y “Quiñemawün”, a contactar al equipo de investigación del Prof. Keulen para colaborar en el diseño de una ruta turística comunitaria que ofreciera distintos tipos de alojamiento, actividades de ocio, gastronomía, agroturismo y venta de productos locales para los visitantes nacionales y extranjeros que llegaban a la zona.

Mal que mal, el turismo, y especialmente el turismo comunitario, ha sido considerado por años como un mecanismo de construcción y gestión efectiva del patrimonio de una comunidad, en tanto promueve el realce de aquellas costumbres y experiencias locales que los mismos actores del territorio consideran parte de su identidad. Como dicen los autores del estudio: “para aquellas personas viviendo en sistemas urbanizados modernos, es atractivo experimentar la vida del campo y formas ancestrales —aunque perdurables— de civilizaciones agrícolas”.

(Créditos: Torrenegra, Flickr).

“El Turismo de Base Comunitaria corresponde a una forma de organización y autogestión de los recursos patrimoniales comunitarios presentes en un territorio para la prestación de servicios turísticos” explica Santiago Kaulen, académico de la Universidad Austral de Chile. “En este sentido, cuando hablamos de turismo de base comunitaria, es fundamental la participación activa de las comunidades locales durante todas las fases del proyecto”.

Fue así como, a través de distintos métodos de participación propuestos por los investigadores (grupos focales, mapeos conjuntos, entrevistas semi estructuradas e informales, y observación participativa), los integrantes de ambas cooperativas pudieron identificar el patrimonio presente en el territorio y examinar cómo podría este ser incorporado a las actividades de turismo comunitario que las cooperativas querían ofrecer a lo largo de la ruta.

Luego, la información recolectada fue organizada, clasificada y procesada para su uso en la creación de mapas con las atracciones e iniciativas turísticas contempladas para la ruta.

 

Construyendo patrimonio desde el interior

Fue durante estos procesos que las y los investigadores descubrieron que, para estas comunidades, el patrimonio era entendido como el modo de vida asociado a su propia cultura rural (la mapuche), y, particularmente, a las prácticas agrícolas que sostienen los sistemas alimentarios locales.

Algunas de estas prácticas por las cuales esta herencia es transmitida, por ejemplo, son el tejido con witral (un tipo de telar mapuche) y el tallado en madera, las cuales, comentaron algunos participantes, encarnan la creatividad e identidad de la gente que ha desarrollado estas prácticas.

También se relevaron prácticas asociadas al suministro de alimentos, como el cultivo de jardines domésticos, la crianza de animales pequeños y aves de corral, la apicultura y la recolección de frutos y plantas del bosque, las cuales también, en palabras de los campesinos les brindan una sensación de autonomía y pertenencia al territorio que trabajan, cuidan y habitan diariamente.

De este modo, los participantes propusieron actividades para potenciar estos elementos, como caminatas y paseos en caballo, productos y preparaciones locales, la venta de productos de jardines domésticos y recolectados del bosque, tours guiados por estos jardines, talleres de witral, y visitas a lugares históricos, muchos de los cuales no han sido aún considerados por los planes turísticos a nivel nacional.

No obstante, durante su investigación, los científicos también analizaron críticamente la pertinencia del turismo comunitario como un mecanismo de gestión comunitaria del patrimonio, alternativa que no está exenta de riesgos y críticas.

Uno de los principales desafíos del turismo comunitario tiene que ver con el control efectivo que tienen las comunidades sobre la presentación de su patrimonio frente a los discursos de otros actores de nivel central, como instituciones públicas, grupos de expertos, emprendedores o medios de comunicación. “De esta manera, procesos de activación del patrimonio pueden, inesperadamente, favorecer el arribo de agentes turísticos externos a los territorios, apropiándose de tradiciones que ajustan e insertan en el mercado” comentan los autores.

(Créditos: Torrenegra, Flickr).

De hecho, las mismas comunidades miran con recelo la influencia que puede tener la industria turística, y su explotación continua de los recursos naturales, culturales y paisajísticos, en tu territorio. “Les preocupa el arribo de personas que buscan obtener conocimiento sobre la cultura rural mapuche y no-mapuche, y usarla para su propio beneficio y ganancia personal” explican en el estudio.

Para evitar aquello, Tomás Ibarra señala la importancia de desarrollar “políticas locales, regionales y nacionales que faciliten la participación y toma de decisiones de los actores territoriales en sus sistemas de gobernanza. Según la experiencia internacional, esto favorecerá la resiliencia, bienestar socioeconómico y sustentabilidad de las comunidades locales que desarrollen iniciativas de turismo comunitario”.

De la misma opinión es Santiago Kaulen: “Es necesario comprender que las comunidades locales tienen capacidad de agencia para identificar, interpretar y activar su patrimonio cultural y natural, y utilizarlo en la generación de estrategias turísticas. De esta manera, los esfuerzos deben concentrarse en fomentar las instancias de diálogo y construcción comunitaria de este tipo de proyectos, como también en buscar estrategias a mediano y largo plazo para su financiamiento y continuidad en el tiempo”.

Cuatro proyectos se desarrollarán junto a investigadores del Cedel UC. Por otra parte, uno de los investigadores del Centro se posicionó en el primer lugar de la lista de espera para el FONDECYT Regular.

Durante enero conocimos la adjudicación de fondos por parte de distintos proyectos de investigadores del Centro UC de Desarrollo Local, quienes se dedicarán a investigaciones relacionadas principalmente a estudios ecosistémicos. 

En primer lugar, nos referimos al investigador Tomás Altamirano, Ingeniero Forestal, Doctorado en Recursos Naturales, que en variadas oportunidades ha colaborado con investigadores del Cedel UC. Durante tres años estará desarrollando el FONDECYT de Iniciación “Climate change vulnerability of montane birds: taxonomic and functional responses in the temperate Andes”, que analizará la respuesta de las aves de montaña al cambio climático. 

Luego, los investigadores Cedel UC, Tomás Ibarra y Pelayo Benavides, estarán acompañando dos proyectos FONDECYT Regular como co-investigadores, el primero en una investigación liderada por la académica de la Universidad Austral de Chile, Carla Marchant, y el segundo, en una investigación liderada por la académica de la Universidad de Magallanes, Elke Schüttler. 

De la misma forma, el investigador de la línea “Sistemas Socio-ecológicos” del Cedel UC, Nicolás Gálvez, patrocinará un FONDECYT de postdoctorado de la investigadora Solange Vargas, denominado “Encuentros y desencuentros en el bosque esclerófilo: comprendiendo los cambios en las interacciones fauna-ser humano producto del desecamiento del bosque esclerófilo en Chile Central”.

Finalmente, el investigador principal de la línea de Turismo Sustentable y Desarrollo Económico Local, Andrés Ried, se posicionó como el primer proyecto en lista de espera de adjudicación del FONDECY Regular, con el proyecto “Las Geografías de la infancia en Chile: la extinción de la experiencia al aire libre y su influencia en la construcción de los sentidos del lugar”, donde participan como co-investigadores, los investigadores Cedel UC Pelayo Benavides, Martín Bascopé, Pablo Gutiérrez, Francisca Santana y Karina Cárdenas, esta última también directora de Investigación en el Campus Villarrica de la UC. 

El proyecto fue registrado en un corto documental del realizador local, Jesús Sánchez, que puedes encontrar en el canal de YouTube del Cedel UC.

Una investigación desarrollada por investigadores del Centro UC de Desarrollo Local buscó definir las características del tejido social que se traza en torno a las huertas comunitarias en la zona Lacustre. “Hay muchos conocimientos locales, historias y saberes que empiezan a tomar validez”, señala uno de los investigadores. 

Desde La Araucanía y tomando como modelo el Parque Urbano Isla Cautín de Temuco, los investigadores UC esperan generar un modelo que permita su aplicación en parques de todo el país. “El proyecto ha develado la importancia que tienen los parques urbanos”, asegura el director de la iniciativa.

La creación de un modelo inédito para la aplicación exitosa de parques urbanos sustentables. Esa es la misión que tiene un grupo de investigadores de la Pontificia Universidad Católica en el marco de un proyecto que toma como modelo el exitoso caso del Parque Urbano Isla Cautín, área verde sustentable inaugurada en abril de 2022 en Temuco y que espera replicar su experiencia en parques urbanos de todo el país. 

Bajo el título “Modelo de Sustentabilidad y Gestión de Parques Urbanos”, el proyecto, financiado por CORFO a través del Gobierno Regional de La Araucanía, es ejecutado por la Escuela de Arquitectura de la UC, junto al Centro UC de Desarrollo Local de la misma casa de estudios, con el apoyo del Ministerio de Vivienda y Urbanismo y de la Municipalidad de Temuco, mandantes de esta iniciativa.

“El proyecto ha develado la importancia que tienen los parques urbanos”, asegura el director del proyecto, el doctor en Arquitectura y Urbanismo y académico de la Escuela de Arquitectura UC, Osvaldo Moreno, “y lo ha hecho en muchas más dimensiones de lo que generalmente consideramos en materia de planificación, diseño y gestión”. 

El arquitecto de profesión, que estuvo encargado también del diseño del Parque Urbano Isla Cautín, lidera un equipo integrado por la doctora en Arquitectura y Estudios Urbanos y también académica UC, Ximena Arizaga, por el director del Centro UC de Desarrollo Local (Cedel UC) y doctor en Ecología Humana y Diseño Ecológico, Gonzalo Salazar, y la coordinadora General del Centro, la agrónoma Sofía Rojo. “Desde el Cedel UC nace, se desarrolla y administra este proyecto entendiendo que es un aporte sustancial a nuestra región”, explica al respecto Rojo.

 

Una iniciativa pionera

El proyecto es definido como una iniciativa pionera por el equipo, “en la que se identifican las expectativas y brechas de mercado en materia de institucionalidad, administración, operación, mantención, capital humano, gestión de recursos, oferta y demanda de bienes y servicios asociados a la implementación de los  parques urbanos”, según explica Rojo. 

Y es que al momento de hablar de sustentabilidad, el equipo reconoce una serie de elementos transversales para el desarrollo de estas iniciativas, que van desde la sustentabilidad económica, hasta el levantamiento de beneficios que implica este parque para la ciudadanía. 

“La sustentabilidad y gestión de parques urbanos la tenemos dividida en dos ámbitos: por un lado está la sustentabilidad y por otro lado está la gestión sostenible”, explica Ximena Arizaga. 

¿Cómo se logra esto? Generando mecanismos que permitan el desarrollo sustentable y sostenible del parque en todos sus aspectos, “que tenga un uso activo, que tenga beneficios para la comunidad, que la comunidad lo reconozca como propio, que este uso sea permanente en el tiempo (...)  también que sea sustentable dentro de la trama urbana”, explica Arizaga.

Así, el modelo, según explica la coordinadora General del Centro UC de Desarrollo Local, considera en esta etapa cuatro componentes:primero, la institucionalidad destinada a gestionar de manera sustentable un parque urbano, segundo un modelo de administración que asegure la operación y mantención del parque en el corto, mediano y largo plazo, en base a alianzas estratégicas virtuosas previamente identificadas; tercero, los usos complementarios permanentes o temporales y su formato de explotación (arriendo, concesión, comodato u otro), y cuarto, herramientas de gestión orientadas a la sustentabilidad del parque que comprendan incrementar los impactos de la implementación de un parque (impactos económicos directos e indirectos, sociales y ambientales”

“Desde ese punto de vista, el proyecto ha levantado necesidades e intereses desde distintas instituciones públicas y privadas”, señala Moreno, “que en el caso de estudio del Parque Isla Cautín en Temuco lo han posicionado como un foco de reflexión e investigación que puede dar luces a ciertos problemas y a ciertos desafíos, no solamente a escala local, comunal o regional sino que también a escala nacional”.

 

Cautín 4

El diseño del Parque Isla Cautín, área verde usada como experiencia piloto para la creación del "Modelo de Sustentabilidad y Gestión de Parques Urbanos", plantea espacios que apuntan no solo a un uso urbano, sino que también a un uso cultural. En la imagen se observa el inicio del Paseo de la Memoria, memorial que recuerda a ejecutados políticos y detenidos desaparecidos acaecidos en dictadura.

 

Desde lo local a lo global

Desde la Secretaría Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo, señalan que el proyecto se enmarca en la Política Nacional de Parques Urbanos, iniciativa lanzada en 2021 e impulsada por las carteras de Vivienda y de Medio Ambiente, y que espera ver replicado el caso del Parque Isla Cautín en otros parques de la región y el país.

“El proyecto que se presenta hoy día, y que se está trabajando en el Parque Urbano Isla Cautín”, explica por su parte la seremi de Vivienda y Urbanismo de La Araucanía, Ximena Sepúlveda, “es un tremendo ejemplo en la región e ilustra lo que será la gestión de parques más pequeños para La Araucanía y para el resto del país”. 

Según asegura Sepúlveda, la mejor forma de generar estos espacios es a través de una gestión que hable de sustentabilidad desde estrategias ecológicas y estrategias que también incluyan a la sociedad civil, es decir el “cómo representamos lo que quiere también nuestra ciudadanía” identificando cuatro componentes en la gestión, implementación y uso de estos espacios: el sector público, la academia, la sociedad civil y los gobiernos locales. 

Una sinergia provocada por distintas fuerzas que para Moreno representa lo que puede significar un parque para un territorio o comunidad: “motores de desarrollo económico, innovación, además de ser, como convencionalmente se abordan, espacios públicos relevantes que aportan una serie de beneficios a las ciudades”.

 Nota modelo parques

El proyecto busca crear un modelo que sea armonioso para las instituciones que se ven involucradas en la creación, gestión y mantención de un parque. En la imagen, el director del Cedel UC, Gonzalo Salazar, dicta junto a Osvaldo Moreno y Ximena Arizaga, un taller que buscó evaluar las expectativas en torno al Parque Isla Cautín, en abril de 2022.

 

Rentabilidad Social

El director del proyecto asegura que estos espacios generan rentabilidad social cuando son implementados abriendo los espacios para la participación de la sociedad civil, “algo fundamental para entender la sustentabilidad que un determinado parque puede aportar a las ciudades (...) son los propios ciudadanos y ciudadanas que determinan la manera en la cual esos beneficios o esos agentes de sustentabilidad que el parque genera, les son significativos, les hacen sentido”.

Hoy por hoy, el Parque Urbano Isla Cautín, como piloto para este proyecto, entrega datos importantes sobre el uso que la ciudadanía da a estos espacios. Hasta los primeros días de octubre, el parque administrado por la Municipalidad de Temuco contabilizaba 314 mil visitantes desde su apertura en abril de este año, cifra que se ubica significativamente por encima de los 20 mil visitantes que registró el Cerro Ñielol, parque nacional de 89 hectáreas que se encuentra ubicada dentro de la capital regional, en el mismo período en 2021.